Fisonomía de las emociones


«Una descriptiva literaria a través de una cámara de fotos o la representación de una exaltación emotiva que va más allá de la mera superficialidad y nos adentra en la intimidad del personaje.»

Así definiría yo al arte del retrato fotográfico y lo describo con un lenguaje más cercano a la poesía que al de los tecnicismos; primero, porque creo que es el mejor modo de hacerlo para darle la dimensión y profundidad que merece y segundo porque no se trata únicamente de plasmar lo que recoge la cámara al presionar el disparador. Si así fuera, un retrato solo sería bueno si se acercara a los dictámenes del canon de belleza epocal y a mi entender, no es así.

Mi afición y pasión por la fotografía de retrato me ha hecho explorar este campo por diferentes vías, tanto en la técnica como en la edición. Sorprendido por la iluminación y el dramatismo de artistas como Andrzej Dragan, traté de encauzar mis ediciones durante un tiempo, oscureciendo mucho la escena y así sobresaltar solamente ciertos rasgos de los retratados. Esto me ayudó a perfeccionar mi técnica con Photoshop. En otras épocas, únicamente me motivaba la idea de lograr retratar sin edición posterior y esto me proyectaba en la dirección de crear en el mismo momento de la toma, buscando fondos adecuados, trabajando la profundidad de campo y el balance de blancos y en los últimos tiempos, edito buscando resultados parecidos a lo que se conseguían antiguamente en base a revelados y procesados con químicos, con la diferencia de que lo hago a través de medios informáticos actuales.

No son pocas las ocasiones en las he visto retratos que me hubiera gustado conseguir hacer y no he logrado. Esto me ha hecho pensar y comprender que es imposible, como imposible es ser otra persona. Ni siquiera imitando gestos, ni en las mismas condiciones externas de luz y ambientación, ni usando los mismos peinados y ropajes es posible hacer que un retrato sea igual a otro. Somos únicos en fisonomía pero también lo somos emocionalmente y esto lo imposibilita. Profundizando, recordé como se ha referido en ocasiones a la fotografía como la «captura del alma» o como otros hablaban de la «energía» o del «aura» que nos rodea y también he visto que desde antiguo en la pintura ya se representaba a algunos santos con una aureola sobre la cabeza que bien podría interpretarse desde esos argumento. Es por esto que describo así al inicio, lo que a mi modo de entender es el retrato.

Al margen de todo esto, lo que es muy claro, es que cuando miramos un retrato no solo apreciamos la belleza o fealdad del sujeto, si no que registramos emotividad a través de su piel, sus ojos o su expresión. Eso es lo que nos conmueve adentro; y lo que evoca en nosotros, es lo que nos hace valorar una obra.

Aquí expongo algunos de mis retratos, que no son ni buenos ni malos pero si cuentan con una buena dosis de técnica y han sido referidos y mencionados en diferentes medios.

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